Ashley lo abrazó.
—Pobrecito. Al final
estaba aburridísimo. Ya sabes cómo es, Demi.
Ella le dio una copa de
champán, sin mirar a Joe.
—Sí, sé cómo es.
Capítulo 4
ME
TEMO que es carísimo —estaba diciendo Ashley—. Pero él me dijo que podía elegir
el que quisiera.
—Porque te lo mereces
—murmuró Demi, intentando sonreír mientras le servía una copa de champán a Joe—.
Ya sé que prefieres una cerveza, pero en estas ocasiones es obligatorio tomar
champán.
—Gracias —dijo él,
alargando la mano para tomar la copa.
Cuando sus dedos se
rozaron, Demi se puso tan nerviosa que tiró la mitad del champán al suelo.
— ¿Estás bien?
—Sí, sí, es que estoy un
poco nerviosa por la cena —se disculpó ella—. Creo que he sido demasiado
ambiciosa.
—Siempre haces lo mismo.
Planeas una cena de escándalo y luego no te sale. ¿Por qué no le ofreces
canapés a tus invitados? Yo me conformaría con eso.
—Puede que tenga que
hacerlo —suspiró Demi, sonriendo cuando sus ojos se encontraron por primera
vez.
Y, como siempre, fue
como si estuvieran solos en la habitación. Pero Joe fue el primero en apartar
la mirada.
—Muchas gracias por
hacer un esfuerzo.
—Sí, todo está precioso
—dijo Ashley, que había observado el intercambio de miradas con expresión
ceñuda.
Demi había encontrado un
antiguo mantel de damasco para la mesa de pino donde Selena, Miley y ella
habían pasado tantas horas arreglando el mundo. Y con las velas y las flores
estaba preciosa.
Había conseguido un
efecto muy romántico... Claro que el efecto quedaba destruido por los platos
sucios que inundaban el fregadero.
—Me gusta esta cocina
tan grande —dijo Ashley—. Por eso quería vivir aquí.
—Lo siento —dijo Demi,
colocando las servilletas.
El intercambio de
miradas con Joe la había puesto nerviosa, rara, como si estuviera caminando en
la oscuridad.
—No pasa nada.
—Debió parecerte muy
antipático que no quisiera compartir la casa con nadie.
—No te preocupes
—insistió Ashley, mirando el anillo de compromiso—. Además, tal y como han ido
las cosas, fue lo mejor que podía pasarnos. Si hubiese venido a vivir aquí, Joe
y yo no habríamos descubierto que somos compatibles, ¿verdad, Joe?
—Es difícil saberlo
—contestó él.
—Así que todo ha sido
gracias a ti, Demi —sonrió Ashley, levantando su copa—. Gracias.
—Toma un canapé —murmuró
ella, apartando la mirada.
—No debería —dijo Ashley,
inspeccionando la bandeja.
—Es lo único que me ha
salido bien, así que deberías probarlos.
—Bueno, probaré uno...
Ah, muy rico.
—Toma otro.
—No, gracias —dijo Ashley
entonces, tocándose el estómago—. Ya he visto el vestido de novia y no puedo
engordar ni un gramo.
— ¿Ya has decidido la
fecha de la boda?
Demi se sintió muy
agradecida por la intervención de Miley. Posiblemente se había dado cuenta de
que estaba a punto de tirarle encima la bandeja de canapés.
—En mayo. Yo creo que
una boda en primavera sería preciosa, ¿no os parece?
Ashley parecía eufórica.
Y no podía culparla. También ella lo estaría si Joe le hubiera regalado un
anillo de compromiso. Pero no había anticipado que cada palabra sería como un
cuchillo en su corazón.
—Perdonad. Tengo que ir
a ver cómo va la cena —dijo, desesperada por esconderse.
Miley se quedó
escuchando los planes de Ashley mientras Joe miraba su copa de champán con el
ceño arrugado.
—No te preocupes —le
dijo Nick al oído—. No sé por qué las mujeres insisten en tomar champán cuando
hay algo que celebrar. Tómate eso, te serviré una cerveza.
Joe se tomó el champán
obedientemente. Nick siempre conseguía hacerle sonreír. La cena no podía ser
descrita como un éxito culinario (las cenas de Demi nunca lo eran) pero había
mucho vino y buena compañía. Aunque Ashley no dejaba de hablar sobre la boda.
Cuando Demi se levantó
para hacer café, Joe la acompañó con la excusa de que iba a echarle una mano.
—En caso de que no pueda
decírtelo más tarde, gracias.
—Siento lo de la ternera
—se disculpó ella—. Y lo de los profiteroles aplastados. Ha sido un desastre,
¿verdad?
—Estaba todo riquísimo
—mintió Joe—. Además, eso da igual. Lo que importa es lo que has trabajado. Ha
sido una noche muy especial y te lo agradezco. Y Ashley también —dijo entonces,
abrazándola.
Demi le devolvió el
abrazo con todo su corazón, pero se apartó a toda prisa para llenar la
cafetera.
— ¿Sabes algo de Will?
—Lo veo de vez en
cuando, pero ya no es lo mismo.
— ¿Te sigue doliendo?
Demi dejó de hacer lo
que estaba haciendo y lo miró a los ojos.
—Sí, mucho.
Pero iba a tener que
seguir adelante con su vida, se dijo a sí misma al día siguiente, mientras
fregaba la monumental pila de platos. Lo que daría por un lavavajillas... Pero
los milagros no existían. Ashley iba a casarse con Joe y, a juzgar por la
conversación de la noche anterior, no pensaba dejarlo escapar:
—Dentro de una semana
nos vamos a las Seychelles, así podremos comprobar si nos gusta para la luna de
miel. Seguramente serán unas islas preciosas, pero puede que no haya mucho que
hacer además de nadar.
—Los recién casados no
suelen tener problemas para buscar cosas que hacer —rió Nick.
—Joe y yo no somos así
—insistió Ashley, que todo se lo tomaba en serio—. Nosotros tenemos que
escalar, navegar o hacer algo. Nos moriríamos de aburrimiento todo el día en la
playa.
Demi intercambió una
mirada de complicidad con Miley y Selena.
—Pues nosotras no.
Más tarde, cuando las
tres estaban solas en la cocina, Miley tuvo que disimular la risa.
—Yo creo que odia hacer
deporte.
Pero Demi no estaba de
acuerdo. Ashley, como Joe, disfrutaba escalando o haciendo rafting. Y cuando
terminase la boda del siglo, porque eso era lo que parecía, sería una buena
esposa para él. Y eso significaba que tenía que calmarse. No más tristezas, ni
más sueños de que todo podría ser diferente. Había llegado la hora de rehacer
su vida.
Pero era más fácil
decirlo que hacerlo. Demi fue a bailar, al cine, a fiestas, pero no podía dejar
de pensar en Joe. Era en lo primero que pensaba al despertarse y en lo último
que pensaba al acostarse. Y durante el día era una obsesión constante. Perdió
peso, tenía ojeras... Selena y Miley se asustaron al verla una semana después.
— ¡Estás horrible!
—Gracias.
—En serio, Demi, no
estarás enferma, ¿verdad?
«No, estoy enamorada»,
pensó ella.
—Es que estoy cansada.
Necesito unas vacaciones, pero no puedo irme a ninguna parte. La factura de mi
tarjeta de crédito es tan enorme que casi me desmayo al verla. Ojala alguien me
regalase una semana de vacaciones en las Seychelles.
Una semana tumbada en la
playa, sin hacer nada más que tomar el sol... Ni navegar, ni pasear, sólo
tumbarse en la playa con los ojos cerrados... sí, eso le iría de perlas.
—Qué suerte tienen Joe y
Ashley.
— ¿Cuándo se van?
—preguntó Miley.
—Pronto, creo.
—No los he visto desde
la cena. ¿Cómo está Joe?
A Demi se le encogió el
corazón.
—No lo sé. Yo tampoco lo
he visto.
—Qué raro que
desaparezca. ¿No te ha llamado?
—Me dejó un mensaje para
darme las gracias por la cena, pero no le he devuelto la llamada.
— ¿Por qué?
—Porque sólo quería
darme las gracias.
— ¿Y qué?
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