—Y es guapísimo,
inteligente, solvente, no está mal de la cabeza... ¿qué más se puede pedir? Si
le hubiera dicho que viniera a la boda, habría venido —suspiró Demi— La verdad,
estoy loca por dejarlo irse a Hong Kong. ¿Qué me pasa?
—No te pasa nada. Will
no es el hombre de tu vida, nada más —sonrió Miley.
—Pero si alguien como
Will no es el hombre de mi vida, ¿quién lo es?
—No lo sé —contestó su
amiga—. Pero lo sabrás cuando lo encuentres.
***
Capítulo 2
BELLA
deseaba tener tanta confianza como Miley. Y empezaba a preguntarse si estaba
mal de la cabeza. No era particularmente engreída aunque se sabía guapa y nunca
había tenido problemas para encontrar novio. Pero nunca llegaba a ninguna
parte. Se enamoraba tan fácilmente como dejaba de estarlo.
Quizá nunca encontraría
al hombre de su vida, pensó tomando un canapé. Y quizá entonces ya no tendría a
Joe para apoyarla. Aunque habían acordado que si llegaban a los cuarenta sin
haber encontrado pareja, se casarían.
La verdad, nunca se le
ocurrió pensar que Joe se casaría antes que ella. Era tan discreto, tan tímido,
que le resultaba difícil imaginarlo viviendo con alguien. Nunca había vivido
con ninguna de sus novias.
Pero allí estaba Ashley,
agarrada de su brazo. Y aunque quería pensar que Joe parecía irritado, no era
verdad.
Joe, que estaba hablando
con Nick, llevaba una camisa blanca que destacaba su bronceado; un bronceado
natural de pasar tanto tiempo al aire libre.
Estaba muy guapo.
Incluso con chaqué, como todos los demás, tenía el aire de un hombre que
debería estar abriéndose paso en la jungla o caminando por una carretera
polvorienta en medio del desierto, no bebiendo champán y tomando canapés en la
campiña inglesa.
La verdad, era asombroso
que hubiera tardado tantos años en darse cuenta de que Joe tenía un cuerpazo.
Si no lo conociese de nada, se habría fijado en él inmediatamente.
No era guapo como Will,
por supuesto, pero tenía unos ojos muy bonitos que parecían siempre un poco
burlones. Su boca también era bonita. No llamaba la atención de inmediato, pero
si la mirabas atentamente tenía algo que te hacía estremecer. En aquel momento Demi
sintió un escalofrío y tuvo que apartar la mirada.
No era normal pensar en Joe
de esa manera. Era su amigo, la única persona con la que podía hablar de
cualquier cosa. Excepto de aquello.
Demi se imaginó a sí
misma acercándose para decirle: «Oye, Joe, estaba pensando que tienes un
cuerpazo. ¿Te importa si te doy un beso?». No, no podía hacerle eso. Y, desde
luego, no podía hacérselo a sí misma. Una cosa era ser sincera y otra
humillarse ante él.
En ese momento, Joe se
inclinó para darle un beso a Ashley. El dolor que le produjo ese gesto la pilló
tan de sorpresa que casi tiró el champán.
Demi se volvió
abruptamente. Ella era el alma de las fiestas, no alguien que se queda fuera.
Había llegado el momento de circular... y de mostrar sus encantos.
Lo hizo tan bien que uno
de los hermanos de Selena, que tenía veinte años, le pidió que se casara con
él. Emocionada y divertida, Demi lo rechazó con toda amabilidad, pero no pudo
evitar sentirse victoriosa. Tenía treinta y tres años y no era la reina de la
montaña, pero aún había hombres interesados en ella... aunque fueran unos crios
y llevasen varias horas bebiendo champán.
De repente, parecía
haber desarrollado un gran atractivo para los jóvenes. Sus atenciones eran muy
halagadoras, pero no estaba segura de que fuese una buena señal. ¿De verdad
parecía tan mayor como para atraer a los crios?
Aun así, era agradable
sentirse deseada.
Decidida a mostrarle a Joe
que lo estaba pasando de maravilla, salió a bailar con uno de sus admiradores.
Y bailó y bailó, moviendo la melena.
Joe la observaba desde
el otro lado de la carpa. El chico que bailaba con ella no debía, tener más de
dieciséis años y, aparentemente, no parecía creer la suerte que había tenido.
Llevaba toda la noche observando cómo hechizaba a los hombres. Ni siquiera el
famoso tío gruñón de Selena era inmune a los encantos de Demi Stevenson.
Siempre era igual con
ella. Joe recordaba el día que se conocieron. Demi entró en clase, rubia,
preciosa e imposiblemente sofisticada entre las demás estudiantes, y cuando se
sentó a su lado Joe tragó saliva como el chico con el que estaba bailando en
aquel momento.
Siempre había sido una
estrella y durante las primeras semanas se conformó con mirarla a distancia. Demi
no estaba a su alcance y ni se le pasó por la cabeza que podrían ser amigos,
pero cuando empezó a conocerla mejor se sorprendió al descubrir lo encantadora
que era. Y lo divertida. Parecía una princesa, pero tenía una risa contagiosa.
Aunque nunca intentó
aprovecharse de esa amistad. Él era sólo su amigo, un hombro sobre el que
llorar sus vaivenes románticos.
Y no le importaba, se
decía a sí mismo. Al menos así la veía a menudo, y lo hacía como los hombres que
salían con ella no podían verla. Además, ninguno de ellos duraba mucho. Demi
Stevenson parecía sofisticada, pero en realidad era una romántica incurable,
dispuesta a encontrar a su príncipe azul.
Quizá lo había
encontrado en Will. A él no le parecía precisamente un príncipe azul, pero
nunca había entendido los gustos de su amiga. Joe sonrió al verla dando vueltas
en la pista de baile, riendo y moviendo la falda con aquellas piernas
espectaculares.
— ¡Joe! —lo llamó Ashley,
tomando su mano para llevarlo a la pista.
No pudo hablar con Demi
hasta mucho después, ya casi al final del banquete.
— ¿Bailamos?
—Estoy cansada.
— ¿Cansada? Pero si tú
nunca estás cansada.
—De verdad. Llevo toda
la noche dando vueltas —Demi se abanicó con la mano, decidida a no bailar con
él—. Pídeselo a Ashley.
—Está bailando con Nick.
—En serio, estoy
agotada.
—Para esto no hace falta
energía —sonrió Joe, cuando la orquesta empezó a tocar una canción lenta—.
Además, es lo único que sé bailar. Venga, anímate.
No podía seguir
rechazándolo o empezaría a sospechar que pasaba algo. Y sólo era Joe, se dijo.
Sólo Joe.
Sólo los brazos de Joe
alrededor de su cintura, sólo el ancho torso de Joe, sólo la mejilla de Joe
apoyada en su pelo. Habían bailado montones de veces. Entonces, ¿por qué le
parecía diferente? ¿Por qué sentía el deseo de enredar los brazos alrededor de
su cuello?
Demi tragó saliva.
—Una boda estupenda.
—Desde luego, tú lo
estás pasando estupendamente. ¿Y ese repentino interés por los chicos jóvenes?
Supongo que sabrás que acabas de destrozarles la vida. Se pasarán años soñando
con encontrar una mujer como tú y la mayoría acabará decepcionado. ¡Deberías
llevar un aviso pegado al vestido!
—Nunca antes te había
molestado —dijo ella. Joe se apartó un poco para mirarla.
—Conmigo era diferente.
—Lo sé.
¿Por qué?, se preguntó.
¿Por qué Joe no la deseaba como otros hombres? Él nunca le había dado a
entender que quisiera ser algo más que un amigo. Y, sinceramente, Demi se
habría quedado atónita si lo hubiera hecho.
Entonces, ¿por qué de
repente le resultaba tan difícil bailar con él? Era como si estuviera creciendo
algo en su interior y no sabía lo que era ni cómo pararlo.
Tenía la boca seca y se
sentía más tímida que nunca. Pero como el silencio se alargaba, se vio obligada
a preguntar por el trabajo.
—Muy bien —dijo Joe,
como si también él se sintiera aliviado— Desde que Ashley empezó a trabajar con
nosotros, las cosas van de maravilla. Como había trabajado con C.B.C., nuestro
mejor cliente, sabe muy bien cómo funcionan ambas organizaciones.
— ¿Ah, sí? —murmuró Demi,
intentando parecer interesada.
—Existe la posibilidad
de conseguir un contrato estupendo. Podría ser el que lo cambie todo.
— ¿Por qué es tan
importante?
—Porque significaría una
expansión internacional —dijo Joe—. El cuartel general de la C.B.C está en París, pero
tienen oficinas por todo el mundo.
—Eso suena muy bien.
—Las grandes empresas se
resisten a recibir formadores de fuera. En algunos países es vital establecer
relaciones personales con sus ejecutivos antes de empezar a hacer negocios.
—Pero no puedes ir por
todo el mundo...
—Claro que no, pero
C.B.C. organiza un encuentro anual. Una especie de vacaciones pagadas. Es una
ocasión para las relaciones sociales y una recompensa para sus mejores ejecutivos.
Además, sirve para comprobar que todos mantienen la misma ética de trabajo.
—Yo compartiría ética
con cualquier empresa que me regalase unas vacaciones —dijo Demi, alegrándose
de que la conversación la hubiera distraído de otros asuntos más preocupantes,
como por ejemplo, que le gustaría apoyar la cara en el cuello de Joe.
— ¡Esa es mi Demi, la
moralista!
— ¿Y dónde tienen lugar
esas vacaciones?
—Este año, en las
Seychelles. Me han invitado porque les parece una buena oportunidad para que
conozca a los ejecutivos más importantes.
¡Sólo Joe podía decir
con total tranquilidad que lo habían invitado a pasar unas vacaciones en las
Seychelles!
— ¿Y piensas ir?
Él se encogió de
hombros.
—Ese tipo de reuniones
corporativas no es lo mío, pero Ashley piensa que debo ir.
Sorpresa, sorpresa.
—Supongo que ella irá
también.
—Sí, es ella quien tiene
los contactos y, en su opinión, es importante que me relacione con esa gente.
— ¿De verdad? —murmuró Demi,
sin poder disimular la ironía.
Ella llevaba años
diciéndole eso, pero Joe jamás le había hecho caso. Tenía que llegar Ashley...
Al menos se le habían
pasado las ganas de apoyar la cara en su cuello.
—Ashley tiene razón,
pero no te veo tumbado en la playa durante una semana.
—Me volvería loco si no
tuviera nada que hacer más que tomar el sol, pero Ashley dice que en estos
eventos hay muchas actividades.
—Ah, vaya.
«Ashley dice, Ashley
hace, qué hartura».
—Actividades como
escalar o navegar son excelentes para conocer a la gente. Cuando tienes un reto
delante de ti debes comunicarte con los demás.
—Eso dicen —murmuró Demi,
que nunca había tenido problemas para comunicarse desde su propio sofá, con un
teléfono en la mano.
Joe sonrió.
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