Desgraciadamente, Ashley
apareció. Estaba en el muelle, con Liam, que aparentemente, había sido
persuadido para dejar a los peces en paz durante un día y parecía estar ya
lamentándolo.
En total eran once
personas, incluida Cassandra.
— ¿Está todo el mundo?
— ¿Vamos a ir en eso?
—preguntó Joe, señalando el barco.
— ¿Qué le pasa?
—Es muy viejo y la
barandilla es de madera. No parece seguro.
— ¿Cuál es el problema?
—intervino Liam.
—No me gusta el barco.
—Por favor, está
perfectamente protegido del sol.
—No estaba pensando en
el sol —replicó Joe—. Pero no sé qué pasará si atravesamos una corriente en ese
cascarón.
— ¿Qué corriente? Este océano
es como un lago.
Joe miró el horizonte,
haciendo una mueca.
—Creo que habrá
tormenta.
—Venga, subamos a bordo
—insistió Liam.
—Un momento. ¿Quién está
a cargo de este barco?
—Es de Ron —contestó
Cassandra—. Siempre hace las excursiones con nosotros, pero hoy no puede venir
y ha enviado a Elvis —dijo, señalando a un adolescente—. Sólo tiene trece años,
pero lleva toda la vida ayudando a su padre.
—Sí, claro, y Elvis nos
sacará de cualquier apuro —replicó Joe, irónico—. ¿Hay salvavidas para todos?
—No vamos a necesitar
salvavidas con este sol —protestó Liam.
—Sí, por favor Joe, deja
de protestar —intervino Ashley.
Los demás se quejaron
también y, a regañadientes, Joe tuvo que subir al barco. Demi, que estaba
charlando con una chica y no se había enterado de la discusión, ya estaba a
bordo.
Joe miró el horizonte de
nuevo. Quizá estaba equivocado.
Y durante casi todo el
día creyó que lo estaba. La gente iba muy alegre, como si quisieran disfrutar
de lo poco que les quedaba en aquellas islas paradisíacas. Sólo él miraba el
cielo de vez en cuando.
Por fin, echaron el
ancla en un atolón de coral.
— ¿Lo ves? Si le
hubiéramos hecho caso a Joe no estaríamos aquí, disfrutando de este paisaje
—dijo Liam.
— ¿Dónde están las gafas
y las aletas? —preguntó Demi para cambiar de tema—. Quiero bucear un rato.
Joe deseaba poder
quitarse de encima la sensación de que iba a pasar algo. Pero tenía que tirarse
al agua con Demi. A pesar de lo que dijera Liam las corrientes podían ser
peligrosas y en aquella zona había tiburones, aunque no solían cruzar la
barrera de coral.
Unos minutos después
estaban en el agua y Demi señaló una tortuga que nadaba entre ellos.
— ¡Qué bonita! —sonrió,
sacando la cabeza.
En fin, Demi estaba
contenta y eso era lo único importante, se dijo Joe.
Poco después volvió a
subir al barco y esperó charlando con Elvis hasta que volvieron los demás. Demi
fue una de las últimas. Cuando se quitó las gafas tenía una marca roja en la
cara, pero estaba preciosa, como siempre.
—Ha sido fabuloso. Qué
colores tan increíbles. ¿Habéis visto la tortuga? Parece mentira que naden tan
bien, con lo mal que andan sobre la arena...
Todos hablaban sobre lo
que habían visto y sobre el almuerzo, que les había organizado el hotel.
—Estoy muerta de hambre
—dijo Demi—. Vamos a comer ahora para poder bucear más tarde.
Iba caminando por encima
de la montaña de aletas para buscar su pareo, pero perdió el equilibrio y tuvo
que agarrarse a Joe.
Estaba empapada y
caliente. Sin poder evitarlo, él la abrazó, con el corazón acelerado.
— ¿Estás bien?
Demi asintió con la
cabeza, pero se apartó enseguida, antes de hacer una tontería como echarle los
brazos al cuello, por ejemplo. Se había quedado impactada por el roce de su
piel desnuda. Y eso fue suficiente para hacerle olvidar sus nobles propósitos
de alegrarse si volvía con Ashley.
¿A quién intentaba
engañar? Ella quería mucho más que ser su amiga. Quería cubrirlo de besos,
quería sentir sus manos por todas partes, quería tumbarlo en el suelo del barco
y hacerle el amor.
Tragando saliva, Demi se
concentró en ponerse el pareo.
Mientras tanto, Joe
intentaba no preguntarse por qué se había apartado tan rápido. ¿Habría visto el
deseo en sus ojos?
Para olvidarse del
asunto, miró el cielo de nuevo y se puso tenso. Había una fea línea negra
avanzando inexorablemente hacia ellos.
—Creo que deberíamos
volver a puerto.
Inmediatamente hubo un
coro de protestas.
— ¡Pero si hace un día
estupendo!
—Mirad —dijo él entonces
señalando el cielo.
— ¡Está a muchos
kilómetros!
—Aquí se está de
maravilla.
—Tenemos que irnos
—insistió Joe. La autoridad que había en su voz hizo que el coro se quedara en
silencio—. ¿Falta alguien?
—Liam —contestó Ashley—.
Ha dicho que quería bucear en una zona más profunda.
— ¿Sabes hacia dónde ha
ido?
—Al otro lado de la
barrera de coral.
Elvis puso el motor en
marcha mientras Joe levantaba el ancla. Recorrieron el atolón de coral buscando
a Liam y, unos minutos después, Ashley señaló con la mano:
— ¡Ya lo veo!
Pero Liam estaba
buceando y no se percató de su presencia.
—Voy a buscarlo —suspiró
Joe.
Ninguno de los que
estaban a bordo del barco, incluida Demi, podía oír la conversación, pero
estaba claro que Liam no quería subir.
— ¿Puedes hacer algo, Ashley?
—preguntó, nerviosa.
—Si cree que quiero
convencerlo para que obedezca a Joe, será imposible —suspiró ella—. Liam está
celoso porque... bueno, ya sabes.
Sí, Demi lo sabía muy
bien.
Afortunadamente alguien
gritó entonces que los dos hombres volvían al barco. No estaba claro qué le
había dicho Joe pero a juzgar por la expresión de Liam no debía haber sido nada
agradable.
—No sé por qué tenemos
que volver. Esas nubes están muy lejos de aquí. Además, a mí no me da miedo una
tormenta tropical.
—Aquí no tenemos
refugio, Liam.
—Puede que nos mojemos
un poco, pero no pasa nada. Las tormentas tropicales duran sólo unos minutos
—insistió él.
—Esto va a ser algo más
que una tormenta tropical —dijo Joe entonces—. Tenemos que poner rumbo a la
isla más cercana. Este barco no está hecho para soportar una tormenta fuerte
con doce personas a bordo.
—Yo digo que nos
quedemos aquí —insistió Liam—. ¿Quién está conmigo?
—No habrá votación —dijo
Joe, encarándose con él. Demi sintió un escalofrío. Nunca lo había visto así y
se alegraba de que la furia no fuese dirigida a ella—. Se acerca una tormenta y
no estoy dispuesto a arriesgar la vida de Demi ni la de los demás en mar
abierto. Vamos a volver ahora mismo, así que sugiero que te sientes y te
calles.
Liam se sentó. Joe se
acercó a Elvis, que no parecía saber qué hacer.
—Muy bien, chico. A toda
vela.
— ¿Por qué le da órdenes
a todo el mundo? —protestó Liam—. Si me hubieran dicho que iba a entrar en el
ejército, no me habría apuntado a este viaje.
—Una pena que lo hayas
hecho —murmuró Cassandra.
—Joe sabe lo que está
haciendo —dijo Demi, nerviosa.
—Sí, es verdad. Cállate,
Liam —le espetó Ashley entonces.
Hacía mucho calor. El
agua era tan clara que podían ver a los peces que nadaban cerca del barco. Pero
había algo raro en aquella idílica escena. Por delante todo parecía perfecto,
pero si miraban hacia atrás, la nube negra parecía perseguirlos de forma
inexorable, acercándose cada vez más.
— ¿No puede ir más
rápido, Elvis? —preguntó Joe.
—No, señor. Ya va a toda
velocidad.
—Bueno, no pasa nada.
Todos empezaron a
parecer más positivos, pero Demi sospechaba que era por la actitud de Joe.
— ¿Crees que nos pillará
la tormenta? —preguntó Cassandra.
—Es posible que nos
mojemos un poco, pero cuando lleguemos a la isla estaremos a salvo. Tenemos
comida y agua, no pasará nada.
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