Aunque él no sabía qué
perfume usaba su hermana. No podía cerrar los ojos y recordar cada rasgo del
rostro de su hermana, incluso las pestañas. Y, aunque la quería mucho, no se
sentía mejor sólo por estar a su lado.
Como le pasaba con Demi.
Estaba enamorado de ella.
Era como si el mundo se
hubiera puesto patas arriba. ¿Cuándo había ocurrido? ¿Cómo había ocurrido?
— ¿Qué quería Ashley?
—preguntó Demi entonces, acercándose.
—No, nada...
Sólo quería hacerlo
dudar, pensó. Sólo quería que se volviera loco.
—Quería darme las
gracias —dijo por fin, intentando recuperar la calma.
— ¿Por qué?
—Por ser tan
comprensivo.
—Ya podía serlo ella
—replicó Demi—. ¿Te ha dicho algo más?
—Que hubiera sido un
error casarse conmigo.
—Pues no es la única que
lo piensa. He estado hablando con Sally y me ha dicho que se alegra de que
hayas cortado con ella.
Joe la miró, pensativo.
— ¿Te pasa algo?
—No, nada. Es que Ashley
ha dicho una cosa...
Demi se sintió culpable.
A pesar de todo, Joe había estado enamorado de Ashley y ella no dejaba de hacer
comentarios desagradables sobre su ex prometida.
—Lo siento, perdóname.
—No es culpa tuya
—murmuró él, como si estuviera pensando en otra cosa.
¿Qué le habría dicho Ashley?
Fuera lo que fuera, le había dolido.
—Todo saldrá bien, Joe.
— ¿Tú crees?
El hotel estaba situado
bajo una colina cubierta de exuberante vegetación, frente a una playa de arena
blanca en medio del océano Índico. Todo era de un verde imposible y el mar de
un azul casi transparente. En contraste con la grisura de Londres, aquello parecía
casi irreal.
El autobús los dejó en
el bar del hotel y allí fueron recibidos por la representante de C.B.C., una
joven rubia que se presentó como Cassandra, que iba de grupo en grupo con un
cuaderno en la mano.
— ¿Joe Kingston? Ah,
aquí está —sonrió, mirando a Demi—. Su mujer, supongo.
—Mi prometida. Demi
Stevenson.
— ¿Ah, sí? Yo me caso el
año que viene —sonrió Cassandra, mostrando su anillo—. Deberíamos intercambiar
impresiones.
Demi sonrió también.
—Aún no hemos pensado en
la boda. Acabamos de comprometernos.
—Puedo prestarte
revistas de novia. Así podrás leerlas en la playa.
¿Qué podía decir, que
ella no iba a necesitar revistas?
—Muchas gracias.
—Os va a encantar la
habitación. Es muy romántica —sonrió Cassandra.
Sería romántico si las
circunstancias fueran diferentes. Si Joe no estuviera enamorado de Ashley, por
ejemplo, pensó Demi.
La habitación era
maravillosa, con un balcón que daba al mar... pero lo primero que vio fue la
cama de matrimonio, una cama enorme con sábanas de lino y pétalos de flores
sobre las almohadas.
—Muy romántico —le dijo
a Joe. Intentaba fingir que la situación le parecía divertida, pero no era
así—. Cassandra tenía razón. Una pena que no hayan dejado una botella de
champán. Si vamos a fingir que estamos prometidos, por lo menos disfrutemos del
asunto.
Joe no contestó y Demi
se dio cuenta de que parecía preocupado. La charla con Cassandra debía haberle
recordado su fracaso con Ashley.
Pensó que después del
largo viaje todo sería más fácil, pero... Durante las largas horas en el avión
había tenido que hacer un esfuerzo para concentrarse en el libro que estaba
leyendo, pero no fue capaz. Porque no podía dejar de mirarlo de reojo. Habría
sido tan fácil apoyar la cabeza en su hombro, echarle los brazos al cuello...
Pero tendría que darle
tiempo. Y espacio. Mejor guardar las distancias que recordarle continuamente
que estaba con la mujer equivocada.
Demi miró la cama de
nuevo. Aunque iba a ser difícil mantener las distancias por la noche.
Era absurdo soñar que
ocurriese algo, era absurdo soñar que caerían sobre esa cama riendo y
besándose, quitándose la ropa para hacer el amor arrullados por el sonido del
mar.
No, lo que debería hacer
era dejar en paz a Joe.
Capítulo 7
JOSH
apenas se había fijado en la cama. Estaba en el balcón, en silencio, mirando el
mar. A Demi le dio un vuelco el corazón. No podía soportar verlo tan triste.
—Es un paisaje precioso,
¿verdad? ¿Te apetece que vayamos a nadar?
—Ahora mismo, no. Voy a
ducharme.
—Ah, muy bien. Bueno...
yo voy a nadar un rato.
Era como si estuviese
intentando evitarla deliberadamente.
Mientras se ponía el
biquini, Demi se dijo a sí misma que era una estupidez sentirse ofendida, que
era normal que Joe estuviera triste.
Pero, por primera vez,
le dio vergüenza estar en biquini delante de él. La había visto miles de veces
así, pero las circunstancias habían cambiado y decidió cubrirse con un pareo.
—Nos vemos más tarde.
—Muy bien —dijo Joe, sin
mirarla.
Pero la miró cuando
paseaba por la playa, su pelo rubio iluminado por la luz del sol.
Cuando se miró las
manos, le temblaban. ¿Cómo iba a soportar aquella semana?
Todo era culpa de Ashley.
Si no hubiera dicho nada, él habría seguido como hasta entonces, confuso por la
atracción que sentía por Demi, pero capaz de echarle la culpa al rechazo de Ashley,
capaz de decirse a sí mismo que no pensaba con claridad.
Pero ya no podía
hacerlo. Todo estaba demasiado claro. Hasta que Ashley lo dijo, él no había
considerado la profundidad de sus sentimientos por Demi, pero tenía razón.
Claro que estaba enamorado de ella y seguramente siempre lo había estado.
Mientras podía decirse a
sí mismo que la quería como amigo todo iba bien, pero ya no podía decirse eso.
No sólo quería a Demi, la necesitaba y la deseaba tanto que le temblaban las
manos sólo con mirarla. Estaba deseando acariciarla, explorar su cuerpo,
hacerla suya...
Pero no podía ni pensar
en ello. Demi había dejado claro que sólo estaba allí como amiga y no podía
aprovecharse de ella, especialmente en aquel momento, cuando era tan vulnerable
por su ruptura con Will.
Y aunque pudiese decirle
que la quería, ¿por qué iba ella a creerlo? No podía estar prometido con una
mujer y unos días más tarde estar enamorado de otra, se recordó Joe a sí mismo.
Si Ashley no hubiera decidido que su amor por Liam era más fuerte, se habría
casado con ella.
¿O no? Su compromiso
siempre había tenido un aire de irrealidad para Joe. La sugerencia del
compromiso partió de Ashley y él aceptó porque le parecía lo más lógico.
Ahora entendía que sólo
había querido olvidarse de Liam, pero no estaba resentido. Todo lo contrario;
se alegraba infinitamente de que le hubiese dicho la verdad antes de que fuera
demasiado tarde.
Y no podía pensar en
nada más que en Demi. En su piel, en el brillo de su pelo, en su forma de
caminar, en su risa, en el perfume que iba con ella a todas partes.
Había tenido que hacer
un esfuerzo sobrehumano para no abrazarla en el avión. Y aquella noche tendrían
que dormir juntos... ¿cómo iban a hacerlo?
El contrato, se recordó
a sí mismo. Si se concentraba en eso, quizá podría controlar un poco la
situación.
Cuando se cansó de estar
en el balcón, Joe decidió bajar a tomar algo al bar y se encontró con su ex
prometida. Y, para aprovechar el tiempo, decidieron estudiar la estrategia de
la semana, qué querían contar y qué ejecutivos debían ser su objetivo.
Se sentía un poco mejor.
Ducharse y ponerse a trabajar era justo lo que necesitaba. Afortunadamente, Ashley
también estaba deseando aprovechar el tiempo y así se sentían cómodos. De
hecho, era difícil recordar que hubieran tenido otro tipo de relación.
Joe estaba felicitándose
a sí mismo cuando Demi entró en el bar, descalza. Llevaba el pareo atado a la
cintura y tenía el pelo mojado todavía. Estaba guapísima.
Inevitablemente, había
hecho un montón de amigas en la playa y entraban riendo, sin fijarse en ellos.
Joe no reconoció a
ninguna de las mujeres, pero sí reconoció las expresiones lujuriosas de los
hombres que miraban a Demi. Debería ponerse algo de ropa, pensó, irritado.
—Perdona —le dijo a Ashley—.
¿Qué estabas diciendo?
Intentó seguir
trabajando, pero era difícil concentrarse. Y mucho más cuando Demi se acercó a
la mesa.
—Hola. ¿Dónde está Liam?
—Durmiendo —contestó Ashley—.
Está acostumbrado a viajar en business y no ha podido pegar ojo en esos
asientos tan pequeños.
—Ah, qué pena. Podríais
haber cambiado los billetes, si los asientos os parecían tan incómodos.
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