—Ya, claro, pero se
supone que tu prometida soy yo.
—Por favor, Demi, si
acabamos de llegar...
—Mira, sólo digo que no
eres un prometido muy convincente —lo interrumpió ella, quitándose el pareo—.
Das un respingo si te toco, te pasas las horas con Ashley y no quieres saber
nada de mí. Si no quieres que esté aquí, puedo marcharme.
Joe se pasó una mano por
el pelo.
—Lo siento. Tienes
razón. No se me da bien fingir, ya lo sabes.
La exasperación de Demi
desapareció al ver su expresión de derrota.
—No, es culpa mía. Sé
que esto es duro para ti. Es fácil decir que debes seguir adelante con tu vida
después de que Ashley te haya dejado, pero cuando de verdad amas a alguien
resulta muy doloroso tener que olvidarlo. Te entiendo, de verdad.
—Eso parece —murmuró Joe.
—Espero que no lo pases
muy mal —dijo ella entonces, buscando un cepillo en su maleta.
Joe la miró, medio
desnuda en una habitación con una cama de matrimonio...
—Creo que va a ser mucho
más difícil de lo que esperaba.
Demi se sentó en la cama
y empezó a cepillarse el pelo vigorosamente. A pesar de todas las mascarillas y
las cremas, lo tenía lleno de nudos por el agua salada.
— ¿Sabes una cosa? Creo que
no deberías rendirte. A Ashley le gustas mucho. Ahora está con Liam, pero...
¿quién sabe? Yo creo que dentro de un par de semanas le dirá que se vaya con su
mujer. Y entonces volverá contigo.
Joe la miraba con las
manos en los bolsillos del pantalón.
—Entonces, ¿sólo tengo
que ser paciente?
—Si eso es lo que
quieres, sí.
— ¿Y tú, Demi? Hasta
ahora no he sido buena compañía para ti. Y lo siento.
—No te preocupes, lo
entiendo —sonrió ella—. Estoy en las Seychelles, ¿qué más podría pedir?
— ¿A Will?
Demi, que estaba
buscando algo en la maleta, se detuvo inmediatamente.
—No se puede tener todo.
A veces uno tiene que conformarse.
Joe pensó en ello por la
noche, mientras intentaba dormir. La luz de la luna entraba a través de las
persianas y Demi estaba de espaldas a él, con el pelo extendido sobre la
almohada, respirando acompasadamente.
Sólo podía mirarla de
ese modo cuando dormía.
Durante la cena estaba
guapísima, pero no había podido mirarla como deseaba. Había demasiada gente
alrededor, demasiada gente buscando su atención, demasiada gente entre Demi y
él.
Llevaba un vestido rojo
sin mangas y unas sandalias de tacón. Joe no sabía mucho sobre moda femenina,
pero se daba cuenta de que el vestido la convertía en el objeto de todas las
miradas.
La vio reírse, charlar
con todo el mundo... Aparentemente, no pasaba nada si ella no le hacía ni caso,
pensó, irritado.
Pero era difícil no
admirarla. Llevaba con aquella gente menos de veinticuatro horas y ya se había
hecho amiga de todo el mundo. Y, no sabía si a propósito o por casualidad,
sobre todo de los ejecutivos que eran clave para conseguir el contrato con la C.B.C. Todos le decían lo
encantadora que era Demi, lo guapa que era Demi, lo simpática que era Demi.
Como si él no lo
supiera.
Debería estar encantado
y agradecido. Pero lo único que deseaba era estrecharla entre sus brazos y
decirle a todo el mundo que era suya. Como no podía hacerlo, se limitaba a
sonreír.
Y cuando subieron a la
habitación, peor todavía.
Unos días antes se
habrían reído y Demi habría criticado a todos y cada uno de los invitados. Pero
aquella noche se quedaron en silencio, sin saber qué decir.
Joe se puso un pantalón
de pijama y ella un camisón que, seguramente, había elegido a propósito porque
era blanco, de algodón, por encima de la rodilla. Nada de encajes, nada de
transparencias. Y, sin embargo, la hacía parecer increíblemente deseable.
Oyendo el murmullo del
mar e intentando no pensar en quitarle aquel camisón mientras se cepillaba los
dientes, Joe esperó en la terraza. Cuando quiso darse cuenta, Demi ya estaba en
la cama, tapada hasta la barbilla.
— ¿Tienes frío? Puedo
quitar el aire acondicionado si quieres.
—No, estoy bien.
Joe se metió en la cama.
Podía tumbarse sin tocarla en absoluto, pero la sabía tan cerca...
— ¿Quieres que apague la
luz? —preguntó, con una voz que no parecía la suya.
—Sí, gracias.
Con la habitación a
oscuras, sólo el sonido del aire acondicionado los acompañaba.
—Esto es muy raro.
—Lo sé —dijo ella—.
Menos mal que somos amigos, ¿verdad? Imagínate lo que fue para Miley, que acabó
compartiendo cama con un completo extraño.
Joe se preguntó si
alguien se habría sentido más incómodo que él en ese momento, tumbado al lado
de Demi y sabiendo que no podía tocarla.
—Qué suerte tenemos
—murmuró, burlón.
***
JOSH
esperaba que las cosas fueran más fáciles a medida que transcurría la semana,
pero no fue así. Los días no eran tan difíciles porque pasaba la mañana en el
curso de esquí acuático o charlando con los ejecutivos, pero las noches...
Se dijo a sí mismo que
debía tratarlas como si fueran un reto, como subir una montaña durante una
ventisca, o caminar por la jungla con una mochila al hombro, intentando evitar
la picadura de los mosquitos. Si había sobrevivido a aquello, podría sobrevivir
a esto.
Claro que sí.
Ashley era una tapadera
estupenda para sus sentimientos y Joe intentó no separarse de ella. No fue
difícil. Liam estaba obsesionado con la pesca y, además de pasarse horas en el
mar, después los martirizaban a todos con sus hazañas machistas durante la
cena.
Joe se dio cuenta de
que, en esos momentos, Ashley se quedaba callada y empezó a preguntarse si la
teoría de Demi no sería tan descabellada.
—Ya te lo dije. Debería
hacerte feliz —replicó ella cuando se lo mencionó.
¿Hacerle feliz? Joe
recordó entonces que, supuestamente, estaba enamorado de Ashley.
—Sí, claro...
—Me alegro mucho por ti.
—Pues no pareces muy
alegre.
—Es que es difícil estar
alegre cuando me dejas sola todo el día en la playa mientras estás con Ashley
en el curso de esquí acuático.
—Pero si tú misma has
dicho que lo estás pasando de maravilla...
—No es divertido que los
demás sientan compasión por ti, Joe.
— ¿Qué quieres decir?
— ¡Tú sabes
perfectamente lo que quiero decir! Sé que quieres estar a solas con Ashley,
pero podrías pensar un poquito en mí, ¿no? Todo el mundo cree que estamos a
punto de romper.
— ¿Qué?
—Lo que has oído. ¿Qué
van a pensar si no te separas de Ashley? —exclamó Demi, con los ojos llenos de
lágrimas.
También ella se había
dado cuenta de la fría actitud de Ashley con Liam. Cualquier día se daría
cuenta de lo que había perdido al dejar a Joe y entonces... Debería alegrarse
por él, pero no sabía si iba a ser capaz de soportarlo.
Durante el día estaban
rodeados de gente y por la noche se tumbaba a su lado intentando no moverse y
deseando tocarlo con todas sus fuerzas. Nunca estaba sola, pero nunca se había
sentido más sola.
Además, estaba claro lo
que sentía Joe. En una ocasión, al cambiar de postura, lo rozó sin querer con
el brazo y él prácticamente se apartó de un salto.
«Perdona», murmuró,
avergonzada.
No sabía si estaba
deseando que la semana en las Seychelles terminase o temiendo que fuera la
última oportunidad de estar con él.
—El curso de esquí
acuático termina mañana. Quizá podríamos hacer algo juntos el viernes.
—Muy bien —dijo Demi,
intentando controlar los latidos de su corazón. Al menos, tendría algún tiempo
a solas con Joe antes de que Ashley se diera cuenta de que había cometido un
error al dejarlo por Liam.
—Ashley me ha dicho que
hay una excursión en barco para visitar las otras islas. Podríamos ir con ellos
si te parece.
Demi dejó escapar un
suspiro. Aparentemente, Joe no podía estar un sólo día sin Ashley.
—Sí, claro.
A pesar del disgusto, el
viernes por la mañana se levantó contenta. Joe desayunó con ella y Ashley no
apareció por ningún lado. Quizá había cambiado de opinión. Fuera como fuera,
tenía a Joe todo el día para ella.
Y hacía un día precioso.
El cielo era de un azul profundo y el sol creaba sombras curiosas con las
palmeras de la playa. Era un retrato del paraíso. Imposible estar deprimida en
un día como aquel en un sitio como ese.
Al infierno con Ashley,
pensó, desafiante.
Desgraciadamente, Ashley
apareció. Estaba en el muelle, con Liam, que aparentemente, había sido
persuadido para dejar a los peces en paz durante un día y parecía estar ya
lamentándolo.
En total eran once
personas, incluida Cassandra.
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