—Pero aún no es mañana
—susurró Demi.
—Eso es verdad —sonrió Joe,
besando la curva de sus hombros—. ¿Crees que deberíamos seguir aprovechándonos
de esta sensación irreal?
—Yo creo que sí —murmuró
Demi, apretándose contra él.
***
TIENES
hambre?
—Estoy desfallecida
—contestó ella.
— ¿Quieres que baje a
ver si encuentro algo de comer? —preguntó Joe.
Demi miró el
despertador.
—Las once. Se nos ha
pasado la hora de cenar y aquí no hay servicio de habitaciones.
—La cocina sigue abierta
—dijo él, buscando sus pantalones—. Después de haber sobrevivido a un
naufragio, no puedo permitir que te mueras de hambre.
Tardó lo que a Demi le
pareció una eternidad, pero sabía que no volvería con las manos vacías. Joe era
un hombre de recursos. Cuando por fin apareció, llevaba una bandeja de pescado
y dos cervezas.
— ¿Cómo has organizado
este banquete? —exclamó, impresionada.
—Elvis es sobrino de una
de las cocineras —contestó Joe, preguntándose si sabría lo guapa que estaba con
el pelo revuelto y la carita roja.
—Qué suerte.
—Por lo visto le han
contado que hablé en su favor con el director del hotel y la mujer me ha
tratado como si fuera un héroe —siguió él—. Cuando pregunté si quedaba algo de
cena, me hizo tomar una copa de vino mientras preparaba el pescado.
Demi sonrió.
—Huele de maravilla
—dijo, acomodándose sobre los almohadones—. Y eres un héroe. Cualquiera que
pueda conseguir una bandeja de pescado a estas horas tiene que ser un héroe.
Cenaron sentados en la
cama, charlando tranquilamente. Era todo muy natural, demasiado quizá, teniendo
en cuenta lo que había pasado.
Pero no. Resultaba muy
natural estar tumbada en la cama con Joe, charlando y riendo como habían hecho
tantas veces.
Después caminaron... en
el caso de Demi cojearon, hasta la playa y se sentaron bajo una palmera para
ver aquel paisaje por última vez antes de volver a Londres al día siguiente.
Las nubes habían desaparecido y la luna daba un brillo de plata a la superficie
del mar. Sobre sus cabezas, la brisa movía las hojas de las palmeras.
—Está todo tan
tranquilo... —suspiró Demi apoyándose en el hombro de Joe.
—Lo de anoche es difícil
de creer, ¿verdad?
Pronto volverían a
Londres y no podía soportar que aquélla fuera la última vez que podía
abrazarla.
—Me siento como si
pudiera quedarme aquí para siempre, mirando el mar —dijo entonces Demi.
—Olvídate del paisaje
—murmuró Joe, tumbándola suavemente sobre la arena. Un beso siguió a otro y,
poco después, la arena era un estorbo.
—No vas a poder
quitártela del pelo.
—Quizá debería
cortármelo antes de ir a esa expedición contigo.
—No te lo cortes nunca.
Tienes un pelo precioso.
—Pensé que te parecería
bien. Sería mucho más práctico.
—Es posible, pero no
serías tú con el pelo corto. Yo... me gustas así —dijo Joe.
Cuando volvieron a la
habitación, la hizo sentar en el baño mientras le pasaba el cepillo por el pelo
para quitarle la arena. Después volvieron a la cama e hicieron el amor con
urgencia, como si los dos sintieran que era la última vez.
El aeropuerto estaba
abarrotado. Era una terminal muy pequeña y, a juzgar por la cacofonía de
idiomas, había vuelos con destino a diferentes países.
Joe se encargó del
equipaje mientras Demi esperaba sentada porque le dolía un poco el pie. Al
despertar, apenas habían intercambiado palabra. Quizá porque no había nada que
decir.
— ¿Qué tal el pie?
Demi levantó la mirada.
Era Ashley.
—Bien, gracias. En
realidad, no es nada —ella era la última persona con la que deseaba hablar en
aquel momento, pero tenía que ser amable—. ¿Y tú qué tal?
—Creo que he cometido un
gran error —suspiró Ashley—. Liam y yo tuvimos una bronca monumental anoche. Me
he dado cuenta de que no es la mitad de hombre que Joe. He sido una idiota
—siguió, con una franqueza que dejó a Demi sorprendida—. Pensé que amaba a Liam,
pero me he equivocado. Ni siquiera estoy convencida de que me quiera. Me dijo
que sí, que iba a divorciarse de su mujer, pero no sé si lo hará. Debería
haberme quedado con Joe.
—Joe se merece ser algo
más que una opción entre dos hombres —replicó Demi—. No pensarás que va a estar
esperando a ver si te decides, ¿no?
—Lo sé. Y sé que es
demasiado tarde. Pero me he dado cuenta de que he cometido un error. Tienes
mucha suerte.
Demi se mordió los
labios. Ashley quería volver con Joe y ella tendría que apartarse. La burbuja
que habían creado la noche anterior estaba a punto de desaparecer. Hubiera
querido decirle que lo dejase en paz, que ya le había hecho suficiente daño...
Quería estar con Joe,
pero él no había dejado claro cuáles eran sus sentimientos. Y siempre se
preguntaría si estaba con ella porque Ashley lo había rechazado.
—Sólo somos amigos, ya
lo sabes. Él mismo te dijo que lo del compromiso era una farsa.
—Sí, bueno... pero no sé
si habéis... —Ashley no terminó la frase.
—Somos amigos y
seguiremos siéndolo —insistió Demi.
—En ese caso, es posible
que hable con él.
—Haz lo que quieras. No
tiene nada que ver conmigo.
El viaje de vuelta fue
mucho más difícil que el de ida. Demi estaba muy cansada y. más triste. Ninguno
de los dos había querido desperdiciar la noche durmiendo y a ella se le
cerraban los ojos, pero tenía tantas cosas que decirle...
Lo miró para ver si veía
en su rostro alguna señal, para ver si Ashley había hablado con él, pero no vio
nada. Ojala pudieran estar otra vez en aquella habitación iluminada por la
luna, donde el tiempo parecía suspendido.
Al recordar cómo se
besaron, cómo se acariciaron por la noche... ¿por qué Joe no veía que estaban
hechos el uno para el otro? Pero entonces recordó que la amistad era lo más
importante para él. Ser amiga de Joe significaba desear que fuera feliz y si
era feliz con Ashley...
Cuando llegaron a
Heathrow estaba tan cansada y tan angustiada que tuvo que hacer un esfuerzo
para no llorar.
—Vamos a tomar un taxi
—murmuró Joe.
—Puedo dejarte de
camino...
En ese momento vieron a Ashley
sola en la puerta de la terminal, esperando un taxi.
— ¿Dónde está Liam?
—Se ha ido. Ha vuelto
con su mujer —dijo ella, conteniendo las lágrimas—. ¿Qué voy a hacer? Iba a
dormir en su apartamento.
Demi suspiró. Lo que se
temía.
—Será mejor que vengas
con nosotros. Puedes quedarte en casa de Joe. No te importa, ¿verdad?
¿Qué podía decir él? Demi
parecía empujarlo hacia Ashley. Seguramente temía que olvidase el acuerdo de
volver a ser amigos cuando estuvieran en Londres y se lo estaba recordando.
Como si todo pudiera ser como antes...
No lo decía con
palabras, pero lo notó en su rostro, en sus gestos, en su silencio. Se sentía
dolido, pero la dejaría en paz si eso era lo que quería.
—Claro que puedes
quedarte en mi casa. Ni siquiera he guardado tus cosas.
—Lo siento, Joe —se
disculpó Ashley cuando el taxi salía del aeropuerto—. Creo que no vamos a
conseguir el contrato con C.B.C. Liam está convencido de que la tormenta fue
culpa tuya y no me va a perdonar por lo que le dije anoche. Tiene mucho peso en
C.B.C. y no creo que se ponga de nuestro lado.
—No te preocupes por
eso. Tendremos que esperar a ver qué dice el consejo de administración.
—Si quieres que deje la
empresa...
—Claro que no —la
interrumpió él—. Hemos hecho muchos contactos y creo que ha merecido la pena,
aunque no consigamos el contrato con C.B.C.
Por supuesto, no quería
que Ashley se fuera, pensó Demi. Ashley podía hacer lo que le diera la gana:
dejarlo, humillarlo y poner en peligro un contrato importante, pero Joe seguía
deseando que se quedara a su lado. Media hora después, el taxi se detenía
frente a la casa de Joe.
—Nos veremos —dijo Demi.
—Sí —él vaciló un
momento, como si hubiera querido decir algo más—. Nos veremos.
Mientras el taxista
arrancaba de nuevo, lo vio abriendo la puerta para Ashley. De modo que ese era
el final. El final de las vacaciones y el principio de la realidad.
Afortunadamente, el taxista la ayudó con la maleta, pero no iba a ser capaz de
subirla al dormitorio.
Demi fue cojeando hasta
la cocina y encendió todas las luces. Siempre le había encantado aquella casa,
pero de repente le parecía vacía y solitaria. Demasiado grande para una sola
persona. Ojala Joe estuviera allí. Pero no estaba allí. Estaba con Ashley. Demi
se dejó caer sobre una silla de la cocina, desolada. ¿Estarían en el sofá,
besándose? Quizá Ashley le estaba diciendo cuánto lamentaba haberlo dejado por Liam...
y entonces Joe la abrazaría y le diría que no pasaba nada, que había estado
esperándola.
Demi escondió la cabeza
entre los brazos y se puso a llorar.
A pesar de la tristeza,
estaba tan cansada que se quedó dormida en cuanto puso la cabeza sobre la
almohada. Se despertó a la mañana siguiente, sintiéndose fatal. Además del
dolor en el pie, le dolían la cabeza y el estómago.
Y por si eso no fuera
suficiente, tenía que ir a trabajar. Cuando se miró al espejo, casi se asustó.
Y además de ir a trabajar, tenía que enfrentarse con Miley y Selena, que le
habían dejado un mensaje en el contestador: «Mañana iremos a verte. Y tendrás
que contárnoslo todo».
Al menos seguía teniendo
cierto colorcito de la playa. Aunque ni eso engañó a sus amigas.
—Demi, ¿qué te ha
pasado? ¡Tienes muy mala cara!
—No estoy tan mal, ¿no?
Es que me hice una herida en el pie. No voy a poder ponerme zapatos de tacón en
siglos.
—Bueno, cuéntanoslo todo
—dijo Selena, sentándose frente a la mesa donde solían charlar sobre lo humano
y lo divino.
—No sé por dónde
empezar.
—Por lo más importante.
¿Qué tal con Joe?
—Pues... —Demi no podía
hablar porque sus ojos se habían llenado de lágrimas.
—Me lo temía —suspiró Miley—,
Voy a comprar tónicas, enseguida vuelvo.
Cuando volvió, diez
minutos después, además de tónicas llevaba varias chocolatinas.
—Gracias.
—Creo que te hace falta
chocolate.
Miley preparó tres
vodkas con tónica, pero para entonces Demi estaba llorando desconsoladamente.
—Venga, cariño. Vamos,
toma un traguito, te animará.
Ella levantó la cabeza y
tomó un trago, pero estaba tan fuerte que casi se atragantó. Y eso le hizo
llorar de nuevo. Selena le dio una caja de pañuelos.
—No te preocupes. Todas
hemos llorado en esta mesa.
—Sí, es verdad.
—Bueno, ahora
cuéntanoslo todo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario