A Demi empezaba a
dolerle la mandíbula del esfuerzo que hacía por sonreír.
— ¿Puedo ser tu padrino?
Se supone que debe ser tu mejor amigo, ¿no?
—Siempre lo serás, Demi.
—Bueno, pues entonces
hay que celebrarlo —sonrió ella, intentando ocultar su desesperación—. ¡Pero
ahora quiero una copa de champán!
—Voy a por una botella.
Tú quédate aquí —dijo Joe, levantándose.
Fue un alivio, pero Demi
se dio cuenta de que respiraba con dificultad. Y estaba temblando. Había tenido
que hacer un esfuerzo sobrehumano para sonreír cuando, por dentro, se sentía
desolada.
Sabía que iba a pasar,
sabía que llegaría aquel momento. Pero en lugar de ponerse a llorar tenía que
sonreír, costase lo que costase.
Joe no debía saber lo
que sentía. No debía imaginarlo siquiera. No sería justo para él. Se sentiría
avergonzado y, aunque eso no iba a cambiar sus sentimientos por Ashley, haría
que le resultase doloroso celebrar el compromiso.
De modo que Demi volvió
a sonreír cuando él se acercó con una botella de champán.
—Fenomenal —murmuró,
quitándole el tapón sin ningún tipo de ceremonia, como solía hacer en las
celebraciones—. Enhorabuena, Joe —sonrió, levantando su copa.
—Gracias, Demi. Es una
tontería, pero me preocupaba decírtelo.
—No tenías por qué.
Sabes que quiero verte feliz.
—Seguiremos siendo
amigos, ¿verdad?
—Claro que sí. Pero, ¿quién
va a casarse conmigo cuando cumpla los cuarenta? —bromeó Demi, aunque le
costaba la vida—. ¡Pensé que podía confiar en ti!
—No creo que tengas
ningún problema. Desde que te conozco, siempre ha habido una cola de hombres
esperando por ti. ¿Qué pasa con Will?
Ella estudió su copa de
champán.
—Bueno, digamos que en
este momento hay un puesto vacante en la cola.
—Demi... —murmuró Joe.
—Sí, me temo que mis
noticias no son tan emocionantes como las tuyas. Will y yo hemos roto.
—Pero parecías tan feliz con él. ¿Qué ha
pasado?
—Bueno, ya sabes...
—No lo sé. Cuéntamelo.
—Pues ya sabes, esas
cosas que pasan —insistió Demi, evitando su mirada.
Había decidido contarle
la verdad, pero eso fue antes de saber que iba a casarse con Ashley. Todo había
cambiado. Si le decía que fue una decisión mutua, Joe se preguntaría por qué
parecía tan triste. Y no quería hablar del asunto.
No, mejor decirle que
estaba enamorada de Will. Eso le daría una excusa para dejar de fingir alegría.
—Will no está dispuesto
a sentar la cabeza.
Eso, al menos, era
verdad. Will no tenía más deseos de casarse que ella.
—Ya, claro.
—Lo pasa demasiado bien
siendo soltero.
Lo cual también era
cierto. Will la encontraba atractiva, pero nunca estuvo enamorado de ella. Por
eso eran capaces de llevarse tan bien después de haber roto.
—Nuestra relación era
demasiado intensa para él.
— ¿No es eso lo que tú
sueles alegar cuando cortas con alguien? —preguntó Joe, levantando una ceja.
—Sí. Qué ironía,
¿verdad? Tantos años dejando a los hombres en cuanto se ponen un poco serios...
y ahora estoy recibiendo mi propia medicina —Demi se obligó a sí misma a
sonreír—. ¡Y seguro que vas a decirme que me lo merezco!
—No, voy a decirte que
Will nunca me gustó. Ya sé que a ti te parecía perfecto, pero ese hombre tiene
muy mal gusto. Encontrarás a alguien mucho mejor —sonrió Joe.
—El problema es que no
quiero a otro mejor —dijo Demi en voz baja—. Sólo quiero a uno.
—Eso suena muy serio.
—Creo que lo es. Ya sé
que me he enamorado muchas veces, pero esto es diferente. No es que me guste
porque tenga un cochazo, es... que lo necesito con toda mi alma. Y sé que lo he
perdido. Ya es demasiado tarde.
— ¿Es demasiado tarde?
Demi levantó la mirada.
Allí estaba Joe, tan familiar, tan querido y, de repente, tan guapo. Y tan
comprometido con Ashley. Pero no podía decir nada.
Joe se sentó a su lado y
le pasó un brazo por los hombros.
—Pobrecita...
Horrorizada, Demi notó
que sus ojos se llenaban de lágrimas. Intentó secárselas frenéticamente, pero
no podía hacer nada.
—Se me pasará —dijo en
voz baja.
No quería mirarlo porque
si lo hacía se abrazaría a él y empezaría a darle besos por todas partes,
rogándole que no se casara con Ashley. Le diría que era de él de quien estaba
enamorada, le pediría que la besara y le hiciera el amor allí mismo...
Pensar en la reacción
del flemático Joe ante una escena tan melodramática fue suficiente para que las
lágrimas se convirtieran en un ataque de risa. Pobre Joe, nunca podría hacerle
eso.
— ¡Pero bueno...!
—No me pasa nada, de
verdad —murmuró Demi, sacando un pañuelo del bolso.
— ¿Quieres que mate a
Will?
—Gracias, pero eso no
serviría de nada. No es culpa suya. El no puede evitarlo.
—Podría darte una
oportunidad.
—Tuve mi oportunidad y
la dejé escapar —suspiró ella—. Bueno, perdona... Ya se me ha pasado. Además,
deberíamos estar celebrando tu compromiso. Venga, vamos a tomar más champán.
Joe llenó las copas
obedientemente, pero estaba preocupado. Al menos ahora sabía la razón para
aquella sonrisa tan forzada.
Y no bromeaba del todo
cuando se ofreció para matar a Will. Él no era un asesino, pero cuando vio el
dolor en sus ojos azules sintió tal rabia que casi deseó que Will entrase en el
bar para liarse a puñetazos.
¿Qué le pasaba a aquel
hombre? Debía estar ciego. Demi era guapísima, encantadora, tenía buen
corazón... ¿Cómo podía un hombre darle la espalda, con esas piernas, ese
cuerpo, esos preciosos ojos azules, ese sentido del humor, esa risa contagiosa?
A veces podía ser
irritantemente frívola, pero había una cabeza bien amueblada bajo aquella pinta
de rubia tonta, como Joe sabía muy bien. Aunque a él no le hacía ni caso. En
aquel momento sonreía, intentando poner al mal tiempo buena cara. Joe hubiera
querido abrazarla, pero sabía que no debía hacerlo porque no eran sus brazos
los que añoraba.
—Tenemos que hacer una
fiesta para celebrar tu compromiso.
—Ya sabes que las
fiestas no me gustan demasiado.
—Muy bien. ¿Qué tal una
cena, como hicimos cuando Miley y Selena se prometieron? ¿Tú crees que a Ashley
le gustaría?
¡Ashley! Joe se quedó
sorprendido al descubrir que se había olvidado de ella.
—Sí, sí... seguro que le
gustaría.
— ¿El fin de semana que
viene? Te enviaré un e-mail con el día y la hora —sonrió Demi, levantando su
copa—. Por ti, Joe.
Había sido culpa suya no
reconocer antes lo importante que era Joe para ella. Demi no quería pensar en
todos los años que había perdido saliendo con unos y otros, dando por sentado
que Joe estaría allí cuando quisiera llorar en su hombro o cuando estuviese
aburrida. Ahora estaba allí para otra persona y tendría que aguantarse. Ashley
había visto en Joe lo que ella, demasiado ocupada con otras cosas, no había
sabido ver: que era un hombre, no el crío con el que estudió en la universidad,
que era tranquilo y competente. Que sus ojos brillaban con humor. Que tenía
unas manos grandes, muy masculinas, y un cuerpo duro...
Demi se ponía nerviosa
sólo de pensarlo.
Habían sido amigos
durante mucho tiempo y seguirían siéndolo, se prometió Demi a sí misma.
Ocultaría sus sentimientos, se alegraría por él y le organizaría una cena estupenda
para celebrar el compromiso. De modo que planeó algo fantástico, algo que nadie
olvidase nunca... y luego tuvo que llamar a Selena para suplicarle que fuese a
ayudarla.
— ¿Tiene que ser tan
elaborado? —preguntó su amiga, estudiando el libro de recetas.
—Quiero que sea
memorable.
— ¡Desde luego que sí!
Un croquent-bouche. ¿Qué es eso?
—Profiteroles rellenos
de crema. Lo que pasa es que yo quería rellenarlos de chocolate y... no me ha
salido muy bien.
Demi contempló con
tristeza los profiteroles que se había pasado horas haciendo en el horno. Los
bollitos de la fotografía se habían convertido en una especie de tortitas
gruesas, yaciendo sobre una bandeja.
—Ya —murmuró Selena—.
¿Qué más? Canapés, soufflés individuales, ternera Wellington...
¿No podías haber elegido al menos un plato que no fuese
complicado?
Demi dejó escapar un
suspiro.
—Es que me pareció buena
idea.
—Joe estaría encantado
con una tortilla francesa.
—Ya lo sé. Pero quiero
que sepa que he hecho un esfuerzo por Ashley.
Selena se puso un mandil.
—Porque no soportas que
se case con ella.
—Sí... ¡no! —exclamó Demi—.
Bueno, supongo que es evidente.
—Lo es para nosotros,
cariño. Te conocemos desde hace mucho tiempo.
—Joe también me conoce
hace mucho tiempo.
—Sí, pero es diferente.
Ya sé que a veces es muy perceptivo, pero es un hombre. Seguramente ni siquiera
sabe que no te cae bien Ashley.
—No, no lo sabe —suspiró
Demi—. Y no quiero que lo sepa. Le dolería mucho.
— ¿No crees que Ashley
sea la mujer ideal para él?
— ¿Y tú?
Selena lo pensó un momento.
—La verdad, no me puedo
creer que vaya a casarse con ella. Supongo que Miley y yo siempre hemos creído
que acabaríais juntos.
Demi estaba de espaldas
y cuando se volvió había conseguido controlar su expresión de angustia.
—Ya es demasiado tarde
para eso.
Selena tomó la tabla y
empezó a cortar los champiñones, pensativa.
—A lo mejor, al final no
se casa con ella.
—No lo creo. Ya conoces
a Joe. Es un hombre de palabra y si ha decidido que se casa con Ashley, se
casará con ella.
—Puede que Ashley cambie
de opinión.
Pero cuando Joe y Ashley
llegaron, no había ninguna señal de que ella hubiese cambiado de opinión. Todo
lo contrario, no dejaba de mover la mano para que admirasen el anillo de
compromiso.
—Es precioso —dijo Demi.
—Joe me llevó a la
joyería este fin de semana. Tardé horas en decidir cuál me gustaba, ¿verdad, Joe?
—Horas —asintió él.
Ashley lo abrazó.
—Pobrecito. Al final
estaba aburridísimo. Ya sabes cómo es, Demi.
Ella le dio una copa de
champán, sin mirar a Joe.
—Sí, sé cómo es.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario