—Hola. ¿Dónde está Liam?
—Durmiendo —contestó Ashley—.
Está acostumbrado a viajar en business y no ha podido pegar ojo en esos
asientos tan pequeños.
—Ah, qué pena. Podríais
haber cambiado los billetes, si los asientos os parecían tan incómodos.
—Uno de los propósitos
de esta semana es crear espíritu de equipo— replicó Ashley, con igualmente
«sincera» amabilidad—. No viajar con el resto del grupo no habría quedado como
un gesto muy solidario.
—Bueno, veo que estáis
trabajando, así que no os molesto más. Nos vemos más tarde.
Joe la siguió con la
mirada. Dos hombres se habían unido al grupo... y seguramente no podían creer
su suerte. Uno de ellos era calvo, el otro tenía barriga. ¿Dónde estaban sus
mujeres?
— ¿Por qué no le dices
lo que sientes? —le preguntó Ashley entonces.
— ¿Cómo?
—No puedes dejar de
mirarla, Joe. ¿Por qué no le dices que estás enamorado de ella?
—No puedo —contestó él—.
Demi está enamorada de otro hombre y aunque no lo estuviera, no quiero arruinar
nuestra amistad.
Ashley lo miró con
curiosidad.
—Qué raro. Llevas toda
tu vida arriesgándote... no habría pensado que fueras un cobarde. Te
arriesgaste conmigo, ¿no?
—No es lo mismo.
— ¿No merece la pena
arriesgarse por Demi?
—Es demasiado importante
como para eso —murmuró Joe entonces—. No quiero perderla.
—Quizá a ella le pasa lo
mismo. ¿Lo has pensado? Desde luego, no le caigo nada bien. Está celosa, Joe.
—No, lo que pasa es que Demi
es muy protectora. Ella cree que me has hecho daño. Además, acaba de cortar con
Will y sé que estaba enamorada de él.
—Pero...
—Vamos a dejarlo, Ashley
—la interrumpió Joe—. Quiero que repasemos esto de nuevo...
Pero era imposible
concentrarse oyendo la risa de Demi a su espalda.
— ¿Quieres que lo
dejemos? —preguntó Ashley.
—Tienes razón —suspiró
él—. Lo mejor será que nos reunamos con ellos.
Después de invitarla a
una copa en la barra, se acercaron a la mesa y Joe miró al hombre que estaba
sentado al lado de Demi en el sofá... demasiado cerca en su opinión.
— ¿Le importa?
—No, no, en absoluto.
Estaba preciosa con
aquel biquini rojo. Y, a pesar de la crema protectora, su piel había empezado a
adquirir un tono tostado...
Joe tuvo que tragar
saliva. Cuánto le hubiese gustado que desapareciera todo el mundo para poder
tocarla, para poder tumbarla en aquel sofá con estampado de flores tropicales
y...
—Hola a todo el mundo.
Perdona, Joe, te he asustado —sonrió Cassandra al ver que daba un respingo—.
¿Lo estáis pasando bien? Necesito saber quién quiere apuntarse al curso de
esquí acuático. ¿Quién se apunta?
—Yo no quiero hacer
esquí acuático —dijo Demi—. Prefiero quedarme en la playa con un buen libro.
— ¿Y los demás, alguien
se apunta al curso?
—Liam quiere ir de pesca,
pero a mí me gustaría aprender a hacer esquí acuático —dijo Ashley.
—Estupendo. ¿Alguien
más?
Joe vaciló, pero la piel
desnuda de Demi lo estaba poniendo tan nervioso que tomó una decisión.
—Yo también quiero hacer
el curso.
— ¡Pero si ya sabes
hacer esquí acuático! —exclamó Demi—. No tienes que hacer un curso.
—No hay nada malo en
refrescar viejas nociones.
— ¿Alguien más se
apunta? —preguntó Cassandra.
—Yo no, ya tengo
suficientes emociones en casa, con los niños —rió una mujer.
—Entonces, sólo Joe y Ashley
para el curso —anotó Cassandra en su cuaderno—. Bueno, voy a buscar a alguien
que haga de carabina para que Liam y Demi no tengan que preocuparse —añadió,
con una irritante risita.
—Yo no estoy preocupada
—dijo Demi.
Pero estaba furiosa con Joe.
¿Por qué no se alejaba de la tentación? Si estaba dispuesto a hacer el ridículo
yendo tras Ashley con la lengua fuera, era su problema. Pero podía pensar en
cómo la hacía quedar a ella.
—Te admiro por ser tan
independiente —dijo una de sus compañeras—. Cuando mi marido y yo éramos novios
no me separaba de él, por si acaso.
—A mí no me da miedo
—dijo Demi, poniendo una mano sobre la pierna de Joe.
Pero al hacerlo notó que
él daba un respingo. Genial, ¿por qué no se levantaba y se ponía a gritar a
pleno pulmón que no quería que lo tocase?
Pero no podía ser porque
ella estaba haciendo su papel. Aunque Joe no supiera hacerlo.
—Sé que mi novio nunca
me sería infiel. ¿Verdad, cielito?
Conociendo a Joe,
odiaría que lo llamase cielito. Peor para él. Si se portase como tenía que
hacerlo, ella no tendría que usar diminutivos.
—Nunca —dijo Joe, con
una voz extrañamente ronca.
— ¿Has leído la revista
que te di, Demi? —preguntó entonces Cassandra.
—Sí, está muy bien.
Siempre había pensado
que leer revistas de novias si una no va a casarse daba mala suerte, pero era
una pena no mirar esos vestidos tan bonitos. Además, Cassandra había insistido
tanto...
— ¿Sabes una cosa? Creo
que deberíamos organizar el banquete al estilo árabe —dijo entonces, burlona—.
Yo podría llevar un vestido inspirado en Las mil y una noches y tú irías
vestido de jeque...
—Ni muerto.
—Venga, sería muy
divertido. Y muy apropiado, además. Tú has pasado mucho tiempo en el desierto.
—Y también paso mucho
tiempo en Inglaterra. No pienso ir más allá de un chaqué.
Imaginar a Joe en la
iglesia del pueblo de sus padres, esperándola en la puerta... había querido
hacer una broma, pero se le encogió el corazón.
Cassandra estaba
contando que la suya sería una boda convencional.
—Pero los niños irán
vestidos de marineritos y las mesas estarán decoradas con conchas y estrellas
de mar.
— ¿Cuándo te casas?
—En mayo del año que
viene. ¿Y tú?
«Nunca», estuvo Demi a
punto de decir.
—Cuanto antes, mejor.
¿Verdad, Joe?
—Sí —contestó él,
levantándose abruptamente—. Se está haciendo tarde. Deberíamos ir a cambiarnos.
Ashley se levantó
también.
—Sí, será mejor que
despierte a Liam.
Genial. ¿Por qué no
anunciaban públicamente que estaban buscando una excusa para quedarse a solas?
Humillada por el brusco
rechazo de Joe, Demi se levantó, con los ojos relampagueantes.
—Yo también voy. Tengo
que ducharme.
Tomó su mano para salir
del bar, pero en cuanto estuvieron en el pasillo Joe la soltó. Demi dejó
escapar un suspiro. Era una pena sentirse triste en un sitio tan romántico.
Tenía» que hablar, se dijo.
— ¿Quieres que vayamos a
dar un paseo por la playa?
— ¿No querías ducharte?
—Sí, pero no hay prisa.
—Deberías haberte
quedado en el bar. Parecías estar pasándolo muy bien.
Demi empezaba a perder
la paciencia.
—Se supone que soy tu
prometida, Joe. Y ninguna prometida dejaría que su novio se fuera con otra.
—No iba a ninguna parte
con Ashley. Ha ido a despertar a Liam.
—Pues tengo la impresión
de que la gente no piensa lo mismo. Sólo llevamos aquí un par de horas y las
has pasado con ella.
Habían llegado a su
habitación y Joe sacó la llave del bolsillo de la camisa.
—Ashley y yo trabajamos
juntos.
—Ya, claro, pero se
supone que tu prometida soy yo.
—Por favor, Demi, si
acabamos de llegar...
—Mira, sólo digo que no
eres un prometido muy convincente —lo interrumpió ella, quitándose el pareo—.
Das un respingo si te toco, te pasas las horas con Ashley y no quieres saber
nada de mí. Si no quieres que esté aquí, puedo marcharme.
Joe se pasó una mano por
el pelo.
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